viernes, 27 de junio de 2008

Dos colores tengo




Un viento de tristeza me azota implacable por el este, un viento de desesperanza me sacude con violencia por el oeste. Y entre los dos vientos, agotada voy andando paso a paso y cayendo vez tras ver, por esta, desdichada desde hace un tiempo, vida mía.

Sin fuerzas estoy, se me acabaron. Ya no tengo ánimos para leer, ni para disfrutar de esas cosas
grandes o pequeñas de las que antes sí disfrutaba, ni para escribir.

Pero si un día mi color azul me pidió con su siempre jovial manera de expresarse que escribiera un post y le hice caso aunque un esfuerzo me costase, hoy debo hacerlo por mi color naranja que es ahora quien graciosamente me insiste.

Porque habré perdido muchas cosas, o quizás fueron pocas pero muy importantes para mí ¿qué más da? pero no perdí, ni creo perderé nunca, a mis dos colores. Ellos me dan fuerzas, serenidad, alegría, ellos me hacen reír, ellos me animan, me sostienen. Ellos son mis dos colores.

Y luego estáis vosotros, mis amigos, los que he ido conociendo poco a poco desde que empecé el blog y a los que he ido cogiendo cariño a pesar de conocernos tan sólo por vuestros escritos. Sólo por palabras. Palabras en las que se descubre como sois, o como pensáis o lo excelentemente bien que escribís.

Palabras que no sólo guardáis para vuestros artículos, porque además tengo vuestros comentarios. Comentarios alegres, dulces, tiernos, jocosos, halagadores, animosos y siempre con un trasfondo de afecto que siempre, y ahora más que nunca, han sido motivo de alegría para mí.

En esos días en que todo de tan angustioso y amargo parece hasta irreal, una pesadilla, ahí estaban vuestros comentarios que hacían brotar una sonrisa de mis labios y a veces hasta unas lágrimas de emoción por tanta cordialidad y simpatía que yo creo inmerecidas pues nada nunca hice por vosotros.

Así que hoy me da igual si lo que escribo no es literariamente bueno, o divertido o ameno. Me da igual si nada trasmite, ni nada revela. Porque hoy sólo quiero expresar lo mucho que todos vosotros significáis para mí y lo mucho, muchísimo que quiero a mi color naranja y a mi color azul.

viernes, 20 de junio de 2008

Para el Sr. Fiscal



Cuando en mi blog “Hace frío en Siberia” descubrí por pura casualidad que misteriosamente tenía cliqueada la opción “moderar comentarios”, cosa que como en ese post ya expliqué en su día nunca hice, ni haré, yo le eché la culpa al blog. De hecho lo dejé castigado un rato en su cuarto para que meditara sobre lo que había hecho.

Pero hoy, a raíz de lo que me ha sucedido en el Messenger, recuerdo lo que hace unos meses me ocurrió en el Outlook que paso a relatar:

Un viernes, en los que como siempre abro la carpeta de “elementos eliminados” para borrarlos definitivamente después de una breve ojeada –sí, ya sé que mucha gente no lo hace, pero yo todos los viernes, como si de una limpieza general se tratara, los elimino, al igual que vacío la papelera de reciclaje–, me encuentro con que aparte de los mails efectivamente eliminados esa semana por mi dedo dando a la tecla “Sup”, se encuentran allí agolpados unos treinta correos que desde luego yo no había ni tocado.

Si todos hubiesen sido de la misma carpeta yo me hubiera echado las culpas a mí misma por haberlos suprimido sin darme cuenta. Pero no, la cosa era mucho más enrevesada, ya que allí se encontraban correos de Glò, de Raúl, de Ritchie, de la asesoría y de ReDz, y como yo soy tan organizada y ordenada a cada uno lo tengo en su carpeta respectiva. Así que era imposible que hubiera eliminado tantas carpetas sin darme cuenta. Y aun así entré en cada una de ellas para encontrarme con que encima no todos los correos se habían eliminado. Ni siquiera se habían eliminado por orden ni de fecha ni de nada. No, aquello era imposible que lo hubiera hecho yo sin darme cuenta. ¡Por Dios! ¿Treinta y pico mails borrados al azar de distintas carpetas y distintas fechas? Vamos, hombre. La única explicación que encontré es que por alguna razón misteriosa hubieran decidido suicidarse, y así se lo hice saber a unos cuantos amigos. Quizás entró en mi Outlook algún líder de una secta maléfica y suicida que convenció a unos cuantos correos incautos e inocentes de que si se suicidaban irían a un planeta lejano donde unos extraterrestres verdes y bajitos pero majísimos los leerían cada día.

Así que le eché la culpa al Outlook y me dediqué durante un rato largo a devolver a cada uno de dichos correos a su correspondiente carpeta.

Pero hoy me encuentro en la bandeja de entrada un correo de un amigo que me pregunta por qué lo he borrado del Messenger. Yo, extrañada, pero ya curada de espanto, abro el Messenger y compruebo tal y como pensaba que sigue allí; eso sí, aparece como desconectado, cosa rara en él.

Aparte de apresurarme a contestarle que yo no hice tal cosa y a mandarle el mensaje “Hola” a través del Messenger que veo no contesta, me pongo a mirar con atención todas las opciones del Messenger, ya que debo confesar que es un medio por el que me comunico muy poco y que por tanto nunca le he prestado mucha atención.

Lo primero que hago es pinchar en “Ayuda”, pero allí no encuentro nada sobre lo que busco –como pasa siempre en las “Ayudas”–. Luego le doy a editar contacto –el de mi amigo, claro–, pero no encuentro nada anormal. Así y todo, y consciente de lo poco que sé sobre semejante medio de comunicación, abro el contacto de Gonzalo, y si abro ése precisamente es porque es el único que me aparece en la lista como conectado, cosa que ya me parece un poco rara. Pero lo único diferente que encuentro es que en su ficha no está marcada la opción “subscribirse a las actualizaciones para este contacto”, y aunque me parece una auténtica chorrada –si al menos hubiese sido al revés, todavía, pero no– vuelvo a abrir la ficha de mi amigo y borro la opción para que quede exactamente igual. Luego miro la lista y nada claro, sigue en “No conectados”: efectivamente era una chorrada.

Intento pensar y no ponerme muy nerviosa hasta que decido abrir las fichas de algunos de los que aparecen como no conectados. Sí, otra chorrada. Todos están exactamente igual.

Me dan ganas entonces de escribirle a mi amigo y decirle: “¿No serás tú el que está desconectado, so bobo?”, pero él parece entender mucho más que yo. Bueno, con el Messenger todo el mundo debe entender más que yo, así que me reprimo y paso a probar otra cosa. Esta vez lo que hago es eliminarlo de verdad de mis contactos y rápidamente agregarlo de nuevo. No pasa nada de nada. Mis “hola” caen en saco vacío.

“Me rindo”, me digo a mí misma, y me pongo a trabajar, que ya es hora, hasta que se me ocurre acudir al viejo truco de los informáticos: apagar y encender.

Sí, esta función tan aparentemente tonta funcionó. ¿Por qué? Ni idea. A mí que me registren.

Sólo sé desde hoy que no tienen ninguna culpa ni mi Outlook, ni mi blog, ni mi Messenger. Es mi ordenador que por alguna razón me ha tomado manía. Yo creo que me odia.

Así que quiero dejar un claro mensaje:

Si algún día desaparezco el culpable será mi ordenador, que habrá decidido suprimirme a mí.

Que el fiscal vaya a por él.

lunes, 16 de junio de 2008

Panocha


Hoy, quizás influida porque mi madre me ha dicho como unas veinte veces lo 'dolceta' que soy, me he puesto a pensar en todos esos calificativos y sustantivos con que esa buena gente que se ha cruzado en el camino de mi vida me ha otorgado.

Supongo que gana por goleada el adjetivo “dulce”, pero dado que mi madre siempre que estoy con ella y me ve me lo repite cada veinte minutos no tiene mucho mérito la victoria del adjetivo. Pero yo me digo a mí misma que si en un partido de fútbol los tres o cuatro goles los marcara el mismo futbolista no por eso el equipo quedaría derrotado, y egoístamente me quedo con dulce y chimpúm.

Después, si no me engaña la memoria, creo que le siguen “inocente” y “boba”, para pasar a otros muchos que lentamente van descendiendo en el número de veces oído por mí hasta acabar el ranking con “Terminator”, que me aplicó una sola vez mi querido amigo y gran payaso Raúl.

Algunos son lisonjeros, otros me llegan al alma, otros de tan halagadores y zalameros ni los creo, otros me hacen derramar lágrimas de ternura, otros me sorprenden y alguno que otro me entristece, pero ésos, ésos prefiero olvidarlos, creer que no se sentían cuando se dijeron. Ésos prefiero borrarlos y quedarme con todos los demás, porque esos otros, todos y cada uno tienen su encanto y son fuente de alegría para mí.

Pero a la hora de escoger el que más gracia me hace, de todos, todos, el calificativo que siempre me ha agradado más es el que Dick y también muchas veces mi adorable ReDz me han asignado. Ese adjetivo es “Panocha”.

La verdad es que no sé muy bien por qué me hacen tanta gracia frases como “Mira que eres panocha”, “Anda, no seas panocha”, etc. pues si lo pienso bien, de halagüeño no tiene mucho que digamos. Ya ves, una panocha, que según el diccionario es una habitante de la huerta de Murcia o relativo a ella, pero me hace sonreír, siempre que ReDz o Dick me lo dicen me hacen sonreír.

Y en estos tiempos ¡cuánta falta me hace sonreír!

lunes, 9 de junio de 2008

Un meme de seis cosas sencillas




“Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tal aprieto;
catorce versos dicen que es soneto:
burla burlando van los tres delante. “
-Lope de Vega-


“Un meme me manda escribir Raindrop
que en mi vida tuve tales deberes
si ni siquiera sé lo que es un meme
a ver qué narices hago yo”.
-Siberia-



Raindrop me ha mandado que escriba seis cosas sin importancia que me hagan feliz. Yo, como él, opino que más que cosas sin importancia son cosas sencillas, pues si dan la felicidad tienen a la fuerza que ser importantes.

Tentada estuve de no meterme en tal galimatías, ya que ando un poco tristona y desganada, pero se lo debo a quien sin apenas saber nada de mí me ha elegido como continuadora del meme, palabra por cierto desconocida hasta ahora para mí. Así que yo, como Lope, y a instancias de mi Violante-Raindrop, me pongo a ello, y ya veremos qué es lo que sale.

Hay muchas cosas aparentemente sencillas que me dan paz, sosiego, que me hacen brotar una sonrisa, que me hacen olvidar las penas, que hacen que mi mente por unos momentos se evada de los problemas y simplemente se limite a disfrutar del momento; en definitiva, que me hacen, al menos por unos instantes, feliz. Pero habiendo de elegir entre todas ellas aquí van mis seis cosas sencillas:

1. Tomarme un café granizado a cualquier hora y en cualquier sitio, preferiblemente en el bar de Dani, y si estoy acompañada ni te cuento el placer de esos minutos saboreando despacio y hasta el último trocito ya de casi hielo puro de mi café –gracias, Blanca, porque casi siempre eres tú quien me acompaña–.

2. Regalar detalles sin importancia pero muy pensados y hechos por mí –aunque sea en una pequeña parte– a la gente que quiero. Y si puedo hacer muchos regalitos y meterlos todos en una caja y enviarlos por mensajeros a los que están lejos o en mano a los que tengo cerca, mejor. En especial a la Xiqueta, que parece salta de felicidad con tan pequeños detalles, quizás sabedora de lo mucho que pensé en ella a la hora de preparar la sorpresa.

3. Ver un episodio de Columbo acompañada de ReDz. Porque amén de estar los dos cautivados por la sabiduría del detective más insólito del mundo televisivo y de su peculiar idiosincrasia, sentarme en el sofá al lado de ReDz para compartir cualquier cosa: series, tele, juegos, pensamientos, etc, es siempre una auténtica delicia, una satisfacción impagable, una verdadera alegría.

4. Cocinar lacitos a la zarina para Azid. Porque todavía recuerda con cariño las veces que comía aquí conmigo, y yo igualmente lo recuerdo con nostalgia añorando aquellos felices días que ojalá de alguna manera pudieran volver.


5. Ingeniármelas hasta conseguir una sonrisa de alguien que esté triste. Cualquier amigo o conocido, da igual, si está triste yo intento como sea mejorar su ánimo, y ese momento en que lo consigo, ese momento en que veo una sonrisa u oigo una risa, como le oí el otro día a mi Pau, ese soplo de tiempo es fantástico, no tiene precio.

6. Mirarme en sus ojos.

Y ahora, una vez plasmadas las seis cosas tal y como me pide Raindrop paso a continuar con los pasos del meme, es decir, a elegir a los relevistas y poner las normas.
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.......Normas del meme para los relevistas:

a) Escribir un post sobre seis cosas sin importancia –sencillas– que nos hagan felices.
b) Poner el enlace de la persona que nos ha elegido.
c) Poner las reglas en el blog.
d) Elegir seis personas para continuar el desafío.
e) Avisar a estas personas y dejar un comentario en sus blogs.

En cuanto a quién voy a elegir está un poco más complicado, pero es parte de este juego en el que he decidido jugar, así que ahí van mis relevistas:

Todos aquellos que al leer esto deseen hacerlo.

Porque ni quiero excluir a alguien simplemente por creer que no le interesará, cuando a lo mejor es algo que le apetece o le parece divertido, ni quiero obligar a aquéllos que no lo anhelen. Bueno, la verdad, es que pensándolo bien sí que se lo voy a imponer a tres. Y no por que tenga nada contra ellas - sí son chicas-, ni porque las quiera más o menos, ni nada en especial. La única razón es que a ellas, al conocerlas tan bien, sé que si no quieren seguir el meme, me mandarán sin ningún reparo a hacer puñetas.

jueves, 5 de junio de 2008

La alcoba de Blanca



Meterme en la cama se ha convertido para mí en estos últimos meses en una especie de tormento, algo que debo hacer y hago por necesario, pero no por agradable. A veces el sueño me vence, sea por la noche a altas horas de la madrugada, o bien en las horas de la siesta, y entonces me obligo a reclinarme, a dormir aun sabiendo que mi despertar será demoledor y atormentado, pues si bien en ese primer y fugaz instante mi mente se figura que todo fue pesadilla, al instante siguiente ya se da cuenta que no, que es real, que mi mundo ahora es así y así seguirá siendo.

Por eso cuando el otro día fui a reposar una siesta en la cama de Blanca, me acosté como hago siempre en mi casa, acurrucada en un ladito de la cama, con los pies por fuera porque ni siquiera quiero quitarme los zapatos.

Pero al reclinarme en el colchón, súbitamente una grata sensación me invadió como desde hacía mucho tiempo no tenía. Estaba cómoda, tranquila. Me sentía en paz, y lo más sorprendente, me sentía feliz. Por primera vez en mucho tiempo quise dormir a gusto, sin pensar en nada, quise alagarme, estirar mis brazos, rodar por la cama y disfrutar de la siesta.

Llamé a Blanca, que acudió corriendo para decirle que su cama era maravillosamente acogedora y placentera, que daba gusto estar en aquella habitación y que me ayudara a quitarme las botas porque quería meterme dentro, en medio del colchón, arropada por su suave edredón y envuelta por el suave tul de su cama que ella misma fue colocando a mi alrededor.

Ella entonces me dijo que todavía se quedaría la habitación más bonita cuando acabara de realizar todo lo que tiene proyectado. Poner una cortina de ganchillo en la ventana, pintar las paredes de malva, colocar en el cabecero unas piezas que le regaló Gonzalo…

Y yo voy mirando cada rincón e imaginando cada cosa que ella cuenta hasta que la veo tal como ella la proyecta, y me parece que convertirá su dormitorio en una habitación de cuento, de princesa, de hada.

Pero luego, cuando mis ojos vuelven a ella y veo su sonrisa inigualable, única, porque nadie posee esa dulzura y esa cordialidad que su boca desprende, cuando veo su tierna mirada, llena de bondad y de cariño que parece decirte siempre, aquí estoy, aquí puedes encontrar el reposo que buscas, cuando oigo su voz generosa, clara, sincera y sin mácula, cuando veo su naricilla que ella siempre, no sé por qué, ve torcida, pero que yo siempre veo maravillosamente encantadora porque es la única nota picaresca dentro de su carita generosa, afable, dulce y hermosa, entonces me doy cuenta de que no es porque ella sepa decorar, que sabe y mucho, es por ella misma. Es su encanto, su magia, su duende, su ensueño, su bondad sin límites, su fe, su ilusión, su esperanza, es toda ella, mujer maravillosa donde las haya, lo que hace que una habitación cualquiera, si ella la habita, se convierta en una alcoba de cuento, en una estancia de sueño donde todos los males se alejan. Donde vive la vida misma y donde anida la felicidad.

Cuando desperté de ésa por primera vez en tiempo, apacible siesta, no tuve ninguna sensación de angustia, me sentí descansada, sosegada y lo que es más increíble, me sentí feliz. Y todo por su alcoba de fantasía.

La alcoba de Blanca, es como ella.