sábado, 1 de noviembre de 2008

¿Calabazas?



Cuando esta noche he bajado a la cafetería para saludar a María y a Lorena y tomarme un cafetito con ellas me he encontrado con un local decorado al estilo puramente yanqui : techos llenos de falsas telarañas, caretas de calaveras horrorosamente feas y el mostrador lleno de calabazas sonrientes o tenebrosas como algunos dicen aunque yo no adivino nada de tétrico en ellas.
A mí no es que me moleste ver la barra con unas cuantas calabazas con su velita dentro, ni que del techo cuelguen diversas tonterías, pero no puedo dejar de preguntarme mientras avanzo poco a poco a mi taburete ya habitual de las noches de los viernes, por qué narices si nos vemos en esa necesidad absurda de copiar a los americanitos en todas sus fiestas y costumbres, ¿por qué al menos no lo hacemos como se ha hecho desde siempre, - tanto en países, culturas o individualmente – es decir poniendo en aquello que se copia – aunque sea sólo por tener un poquito de dignidad y orgullo propio – nuestro propio sello, nuestro toque personal o cultural, tal y como se ha hecho desde siempre en todas las civilizaciones y pueblos? ¡Por Dios!, Que los mismos americanos importaron esta fiesta de la cultura celta y no la copiaron al pie de la letra. La moldearon a su cultura – bueno, lo de su cultura es un decir -
Porque digo yo, si queremos que esta noche que nunca fue festiva en España, ahora lo sea y por no querer inventar ni imaginar, preferimos introducir la idea de otros ¿no podríamos al menos no llamarla Halloween? ¿No sabemos siquiera poner un nombre castellano? ¿Ni ahí llegamos? Y en vez de calabazas ¿por qué no ponemos unos hermosos melones españoles? Sí, esos melones de piel de sapo, todos verdecitos y achatados. Anda y que no iban a resultar graciosas esas caras sonrientes e iluminadas. Sería el famoso melón de “Todos los Santos”
Además en España, las calabazas son lo que te dan cuando suspendes un examen o tu príncipe azul te sale rana y te las da sin importarle un pepino como te quedes. Con eso asocio yo las calabazas, con los suspensos tanto en estudios como en amores, pero con la noche de las ánimas, pues va a ser que no.
Así que así seguimos, imitando de forma burda a los yanquis como si fuesen los poseedores de la verdad absoluta. Hasta a los niños los disfrazamos con el mismo mal gusto. Ahí que van todos con capuchitas negras, calaveras pintadas, caras blanquecinas. Pero ¡qué horror! Con lo monos que podrían ir vestiditos de chulapos o de lagarteranas y repartiendo en vez de caramelos unos buenos polvorones estepeños.
Mientras tomo mi café entra Manuel y a diferencia de lo que es su costumbre se sienta a mi lado y comenta la decoración de la cafetería de enfrente. Al parecer es mucho mejor. Y yo me pregunto cuántas calaveras más habrá en el Tabarca, porque presiento que no habrán motivos diferentes. Y en concordancia con mis pensamientos entran saltando los dueños de dicho bar – mi barrio es un tanto peculiar, las dos cafeterías en vez de hacerse la competencia y llevarse mal, o regular al menos, eso de te saludo pero no te dejo ni un azucarillo, pues se llevan de maravilla y se pasan de vez en cuando de aquí para allá tanto para pedirse favores como simplemente por saludarse un momento - disfrazados de muerte, claro, y empiezan los dos a hacer el payaso por todo la cafetería hasta que llegan al lado de Manuel y le piden que se pase por allí a tomarse algo.
Para mi nueva sorpresa el callado o tímido Manuel me propone que lo acompañe. Y para más sorpresa todavía, yo voy y le contesto que sí - ¡La pera! Estoy desconocida - Y así es, con mi nuevo y sorprendente desparpajo después de acabar de beber mi agua con limón – el café ya lo había terminado - me he ido con Manuel al bar de enfrente que tal y como me suponía está decorado prácticamente igual sólo que con muchas más telarañas y una calavera que intermitentemente se ilumina. Eso sí, Luis y Marta se han cambiado el disfraz y ahora lucen unos disfraces distintos: van disfrazados de muerte II, y van cantando y bailando por detrás de la barra cosa que mi María no hace en mi cafetería para mi agrado y bienestar.
Lamentablemente por mucha fiesta que uno se plantee, para quien le van mal las cosas no hay ni fiestas ni alegrías.
Al poco de volver a mi cafetería y de que Manuel se marchara a dormir – eso dice, yo qué sé si será verdad, no soy de la Interpool- ha llegado Lorena que enterada de una traición de la que ahora nada diré pues de algo tan duro prefiero esperar y narrarlo mañana – aunque mañana ya es ahora según los horarios, pero para mí el día acaba cuando te duermes en tu camita. ¡Qué 23:59 ni niño muerto! - más calmada y en el otro blog, estaba totalmente deshecha.
Y así es como en vez de volver sobre las once he regresado a la una y media a casa y encima hasta me he bebido un chupito de no hierbas de no sé qué, a pesar de ser abstemia como muy bien sabe María pero como está convencida la muy boberas de que un poquito de alcohol es bueno para levantar el ánimo, allí que está ella insistiendo cada vez que algo parece irle mal a alguno de sus amigos, que por cierto tiene a montones– si no la quisiera tanto le iba yo a dar pal pelo - pues hala, a insistir en que te tomes un chupito que ella invita. Y encima hoy con semejante chantaje emocional no iba a decir que no: "¿No vas a brindar por Lorena?" – ¡menuda bribona !-

Y así entre telarañas colgando, calabazas prefabricadas y luz tenue cuatro amigas juntas, todas sentadas al final de la barra, hemos brindado por Lorena y nos hemos fundido luego en un abrazo inmenso e interminable.

Un momento que no olvidaré, aunque estoy segura que el recuerdo habría quedado mucho más nuestro con melones españoles "piel de sapo" rodeándonos.