viernes, 30 de marzo de 2018

Hablemos otra vez de sexo

Hoy hablaré de distintas opciones sexuales que se pueden adoptar y que a excepción de aquellas que puedan hacer daño a los demás -ya que éstas ni siquiera las considero opciones sexuales sino agresiones puras y duras y jamás entenderé ni he de perdonar-, a mí me parecen totalmente aceptables, correctas y razonables siempre y cuando los verdaderos motivos por los que se adquieran dichas decisiones sean los que verdaderamente se declaren, se admitan y se digan, si no a los demás, esa es la libertad de cada cual, al menos sí a si mismos. El auto-engaño en el sexo, como en todo, no es saludable ni conveniente, y a mi modo ver, tampoco admisible.

Yo alabo al onanista que está convencido de que es una pérdida de tiempo intentar ligar; ver como éste pasa y pasa tanto que a veces uno no tiene ganas de perder ya más. O que al final, tras largos intentos de acercamientos infructuosos llegue el día en que por fin te acepta para luego comprobar el poco placer que tu elegido sabe dar.
Pero si lo que le pasa es que tiene miedo al rechazo, a que le den calabazas, o a un nuevo fracaso, pues mira chico, no cuentes cuentos, no te engañes, decide si es hora de arriesgarse o si prefieres darte más tiempo para superar tus miedos, pero no te mientas a ti ni a los demás. Di que te has rendido y ya está.

Aplaudo al promiscuo que cree que el sexo es tan natural como tomar café y que la persona con quien lo comparta no tiene porqué tener nada de especial excepto estar en su misma tesitura, la de tener ganas también de tomar café, solo o con nata.
Pero a aquellas personas que lo único que les pasa es que han salido escaldadas de una relación y escarmentadas y plenas de casi odio y aversión sólo quieren vengarse y demostrarle a su ex pareja que ellos ligan más y mejor, en cualquier parte y a cualquier hora o que sólo lo son porque mira tú por dónde es lo que en estos tiempos se lleva, lo que está de moda y así, con ese talante chulito creen que eso es lo que los hará un tío o tía guay, pues no, a ésas ya no las aplaudo en absoluto, pues no es su opción, es su postura.

También encomio al que es fiel porque cree que la fidelidad es una cualidad esencial, un pilar fundamental en una relación de pareja, un valor intrínseco que aumenta el valor de las relaciones y que su falta puede dañar de forma irreparable. Pero a ese señor o señora que sólo tienen miedo ya sea a que les pillen y quedarse sin matrimonio por mal que les vaya en la cama, o temores absurdos de remordimientos, o incluso recelos por si esa nueva persona a la que quisieran conquistar se decepciona tras años de monogamia. Miedos, otra vez asoman esos miedos que no se encuentran en demás campos. Miedos.
Yo les diría mide tus temores, piensa si merece la pena el riesgo o no y decidas lo que decidas, lo entenderé, pero no mientas. Sobre todo a tu pareja a la que llevas a un mundo inexistente pues tú mismo no eres real. Y no te mientas a ti mismo pues acabarás creyéndote lo que no es tal.

Y a esos castos que no lo son por razones de creencias religiosas o promesas hechas bien a su fe, bien a su Dios, bien a alguien especial que creen un día encontrarán, y que en vez de admitir que tienen un problema gordo y que deberían ir al psiquiatra a ver qué narices les pasa, por qué se engañan a sí mismos y a los que tienen alrededor, a quienes le quieren, argumentando estupideces tan supinas como que el sexo tiene que ser en el momento adecuado, con una persona casi irreal de tan sublime con la que se forme una pareja impecable y con la relación sentimental y amorosa perfecta. Que sólo hay una persona para cada uno y hay que saber esperar y buscar hasta encontrarla...
¡Ay! ¡Cómo si eso existiera! Ya ves tú. Como si eso si es que de verdad existe, entre más de siete mil millones de personas se pudiese encontrar.
A ésos les diría: ¡Hay que joderse!