martes, 5 de febrero de 2008

Las tres rosas rojas


Lleno estaba el camino de margaritas, claveles, rododendros, jazmines y otras flores y plantas silvestres. En uno de los recovecos del camino florecían como por ensalmo tres rosas encarnadas, cada una con un diferente tono de rojo que la mismísima Afrodita había elaborado, y cada una con un diferente olor a maravilla que quién sabe qué Dios les otorgó.

Pero su misma hermosura las llevó al maldito día en que el Dios Apolo, al fijar su vista en la tierra de los hombres, deslumbrado por las rosas, irracional y caprichoso, les ordenó que sirvieran de adorno en sus aposentos del Olimpo. Las rosas se negaron a abandonar el camino de los hombres, se negaron a pasar sus vidas al lado de un Dios voluble y vano. Enfurecido, el Dios Apolo las maldijo a llevar eternamente en su largo tallo, espinas duras, punzantes y dolorosas con el fin de que ningún hombre pudiera quedarse con ellas.

Allí, en el camino, quedaron las rosas esperando, día tras día, año tras año, esperando...

Atrajo un día su perfume embriagador a tres caminantes. Cada uno de ellos quedó embelesado por una de las tres rosas. Uno eligió la de tono más carmesí, otro la más púrpura y el tercero la más rúbea. Suspendieron su camino, se detuvieron ante las rosas e impetuosos alargaron sus manos e intentaron agarrarlas, sin temor a las espinas, pues en todo su caminar jamás habían visto flores tan primorosas y exquisitas. El primer pinchazo que recibieron los puso alerta, pero no desistieron y siguieron intentando quedarse con la rosa elegida. En sus intentos pretendían que las rosas se desprendieran de sus espinas, sin saber que ellas nada podían hacer por deshacer el maleficio.

Cuenta la leyenda que hasta llegaron a sangrarles las manos de tantas veces que presos del amor que les profesaban las abrazaron y besaron.

Pero al final, siendo como eran hombres y no dioses decidieron que no valía la pena pincharse tanto, sufrir por el dolor punzante de las espinas y así fue como echándoles la culpa a las rosas por no haber conseguido desprenderse de las espinas, se alejaron por el camino, las dejaron solas. Dicen que ni una sola vez miraron atrás.

Proclaman los historiadores, que dos de las rosas al ver alejarse a sus hombres, aún presas del dolor y heridas se irguieron orgullosas hacia el cielo y desplegaron sus encantos, y más pétalos surgieron alrededor de sus capullos y más hermosas quedaron para el asombro de los caminantes. Cuentan sin embargo que la otra rosa tanto lloró que perdió uno a uno sus pétalos de tan ajados que quedaron por las lágrimas, y que al final sólo le quedó un tallo espinoso, vacío de color y aromas.

Pero eso es lo que cuenta la leyenda. Porque a ciencia cierta nadie lo sabe, pues nadie nunca más las vio. Sólo si paseas por el camino te encuentras muy de vez en cuando pétalos encarnados pero ya raídos, sin brillo ni aroma a los que va arrastrando el viento como a hojas de papel sin rumbo ni destino.

5 comentarios:

Erne dijo...

Es un cuento precioso, muy bien escrito pero el final no me gusta y además "dios" deberías de haberlo puesto con minúscula pòrque hablas de un dios menor.

Casi no me creo que ese final sea solo tuyo.
La tercera rosa lloró un poco pero no se le marchitó ningún pétalo, es más harta de ser rosa en el camino a la espera de su gilipollas caminante se convirtió en margarita y luego, viendo que a pesar de su belleza natural y silvestre no tenía perfume decidió ser violeta y así pudo llegar a las manos de una juvenil violetera que la paseó por las calles de Madrid hasta que la compró un caballero y se la colgó de la solapa. Fue entonces cuando la violeta, harta de tanta pasividad, decidió ser girasol. Desde entonces mira hacia la luz y decide ella solita donde poner el huevo, es decir , con qué caminante quedarse.
Esta flor ya no quiere más impotentes que " fan passar nits avorrides"
" La gallina ha dit que no...."

"Que quede clar per sempre més que jo de verge no tinc res.....

Consol dijo...

¿Así que precisamente tú consideras que el dios católico es el mayor y los demás menores? ¡Menuda sorpresa!
Y en cuanto a lo demás, Blanca niña, por mucho que te empeñes los finales no siempre son felices. Hay veces que sí uno se queda sin nada. Ojalá todos tuvieran poderes brujos para convertirse en girasoles. Pero no siempre pasa. Hay finales amargos, hay finales muy amargos.

Republica dijo...

La amargura la tiene uno siempre escondida en el pecho, y es como una caja de Pandora. Recomiendo tirar la llave, así caigan chuzos de punta (eran una especie de bastón con punta metálica que al ser golpeado contra el suelo, provocaba chispas en los adoquines y este ruido permitía saber que se acercaba el sereno).
Y los finales son siempre felices, eso si, depende de lo feliz o infeliz que cada persona sea.
República Dixit.

Como veis, el Ave Fénix renace de sus cenizas. (Juro por dios que no volveré a pasar hambre)Escarlata Dixit o lo que es lo mismo " A tomar por culo la bicicleta ".

Consol dijo...

Vuestra fuerza me impresiona.

Erne dijo...

vamos a ver si hablo de dioses, dios es un nombre común; si hablo de Alà es un nombre propio.

Y los finales no son amargos porque no hay finales. La vida no se para.

Alà es Alà y Mahoma su profeta.

Viva la República federal.