miércoles, 30 de abril de 2008

La xiqueta


La xiqueta ha abierto un blog. Y yo, aparte de embelesarme como hago con cualquier cosa que haga ella, no puedo evitar recordar esta pequeña anécdota que me contaba mi abuela y que sucedió en ese pueblecito llamado Sella.


Un señor de Sella mandó un día a su hija a comprar vino, dándole para ello una catalana pues así es como antes, al menos así lo era para la gente con poco poder adquisitivo, se compraba el vino en las tiendas, a granel, abriendo para ello la tendera el grifo de la garrafa o el tonel y llenando las catalanas que traían los clientes del pueblo.


Fue la niña, compró el vino y al regresar a casa se cayó al suelo rompiendo en añicos la catalana de cristal y esparciéndo el vino recién comprado. La madre al ver a su niña tirada en el suelo y cubierta de vidrios rotos empezó a gritar:

- ¡La xiqueta, la xiqueta!

A lo que su marido contestó:

- ¿Qué xiqueta?, ¿Qué xiqueta? La catalana, la catalana.




Para Blanca


Un músico irreverente paciente de House, drogadicto, fumador, pendeciero, etc, encontrándose prácticamente al borde de la muerte cuando le pregunta Zorra implacable si se arrepiente de algo convencida de que lo que le pasa es a causa de la clase de vida que ha llevado, éste le contesta :


He tomado drogas, alcohol, tabaco, he sido promiscuo, me he metido en peleas...Me arrepiento de todo lo demás.


martes, 29 de abril de 2008

Aceptación

Vale, lo acepto. Pasé la fase de negación. Y ahora que ya sé que estoy sola ¿qué hago para desaparecer?

sábado, 26 de abril de 2008

Mire usted caballero



Mire usted caballero que soy muy enamoradiza. Mire que a mí me seducen con una canción, con una frase, con una sonrisa. Y usted caballero, ahora en estos tiempos en los que tal vez le parezca especial, digna de su amistad y sus palabras, me halaga de tal modo que aunque quiera ser precavida y no dejarme cautivar por elogios ni dulzuras, si sigue usted así, acabaré prendida del hechizo que desprende y deliciosamente enamorada acabaré de usted.


Y mire usted también caballero, que soy de natural sensible y que cuando usted me deje, que me ha dejar, triste y deprimida lloraré por los rincones como lloro siempre que me abandonan, como triste gimo y me lamento cuando sola me encuentro, sola me hallo, sola me sé, y al mirarme en el espejo, el reflejo me confirma lo que siempre he sabido pero a veces no quiero ver, que sólo soy un patito feo.

jueves, 24 de abril de 2008

El carretó



Estando con mis tres primas mayores, ya que en aquella época Pepa debía ser un bebé y Gloria debía estar en el limbo dando guerra a los angelitos, se me ocurrió una magnífica idea contemplando aquel armatoste de trocos de pino, travesaños de madera y cuatro pesadas ruedas de hierro llamado carretó que mi abuelo conservaba en la era de Tagarina. La que yo creí una brillante idea consistía en subirnos encima del carretó, como si de un coche se tratara y deslizarnos por el camino en pendiente aguda que lleva hasta el río. Es lógico que no supiera con mis seis años de las leyes de la gravedad, la aceleración ni la fuerza centrípeta . Así que para mí no había peligro alguno en mi traviesa idea.

Le pregunté a mis primas hermanas y a excepción de Luisa, que ya tan pequeña era la más sensata de todas y puso objeciones a tocar algo sin preguntar, las otras dos estuvieron de acuerdo y entre las tres convencimos a la pequeña y ya prudente Luisa.

Así que arrastramos el carretó hacia el camino, nos montamos una detrás de otra como pudimos, empujamos con manos y con pies y el armatoste empezó a descender cada vez más rápidamente por el camino cuesta abajo.

No sé cómo en la pronunciada curva que se encuentra justo al final de la pendiente más pronunciada el cacharro no obedeció las leyes de física y arrastrado por la fuerza centrípeta y la aceleración que había tomado y se precipitó al vacío llevándonos a las cuatro con él. Quizás tengan razón los que arguyen que los niños tienen un ángel de la guarda, o simplemente al destino le pareció demasiado castigo para mí el que arrastrara a una muerte cierta a mis primas.
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Lo cierto es que después de esta curva continuamos bajando por el camino de pendiente profunda aunque, eso sí, ya no tanto, hasta que al alcanzar una parte más o menos llana que se ubica casi a la mitad del recorrido, oímos unos gritos provenientes de la era.

- ¡Bajad de ahí ahora mismo y subid inmediatamente! – la frase de mi tía aunque no la recuerdo con exactitud, es eso lo que venía a decir sin ninguna duda.
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Ni que decir tiene que por el tono supimos que algo muy malo habíamos hecho y que debíamos obedientes subir sin rechistar.

Al llegar a la era mis tías nos esperaban profundamente enfadadas, y con ira nos empezaron a reñir. Pronto nos hicieron entender la peligrosidad de la hazaña y que su enfado hacia nosotras era totalmente merecido.

- ¿De quién ha sido la idea? – preguntó mi tía María.

Mis primas se comportaron como verdaderas hermanas, no me acusaron, ya entonces, tan pequeñas se comportaron como luego iban a ser en la adolescencia, juventud y madurez, como verdaderas amigas, como grandes mujeres. Pero yo, que tampoco soy tan mala – algo bueno debo tener dada la familia a la que pertenezco - afronté con valentía la responsabilidad y dije que la idea había sido mía. Ahora que lo pienso sólo me falto dar un paso al frente, pero era demasiado pequeña para saber que eso es lo que hacen los valientes.

Un chaparrón de incriminaciones cayeron sobre mí de parte de mis dos tías con frases como: “Os podíais haber matado”, “¿Cómo se te ocurre algo así?”, “¿Quién te manda tocar eso?”, “ Es un milagro que no os matarais”, etc.

Hasta que por fin para mi reposo emocional llegó mi abuela, mi querida Mare Dolores, que les dijo a sus hijas:

- Dejadla, cuando venga el Pare Toni ya hablará con ella.

Y mis tías se fueron obedientes y yo me quedé allí, sentadita, dolida y profundamente arrepentida de mi travesura y asustada por lo que mi abuelo me podría decir. ¿Qué me diría? ¿Qué castigo me impondría?

Allí estuve sin moverme esperando compungida hasta que llegó mi abuelo con su paso firme y su cara serena.

- Lo que has hecho es muy peligroso ¿sabes? Os podríais haber matado las cuatro – dijo mi abuelo sin levantar ni un ápice su tono de voz ni sin variar la expresión apacible de su cara.
- Sí, - dije sollozando.
- ¿Volverás a hacerlo?
- No, nunca lo haré Pare Toni.
- Pues entonces deja de llorar y vamos dentro a comer.

Completamente anonadada y orgullosa de mi abuelo lo seguí hasta la casa. Él por mi cara, mis sollozos, o vete tú a saber, había comprendido que yo no necesitaba riñas ni castigos. Él supo que yo era consciente del peligro y qué nunca más volvería a hacer nada nuevo sin preguntar y menos jugar con aquel carretó. Él me trató como si fuera una chica mayor y no una niña pequeña.
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Ése era mi abuelo, ese abuelo del que tanto presumo.

Ése era mi nunca olvidado Pare Toni.

jueves, 17 de abril de 2008

Me acabo de enamorar


Esta noche un amigo me ha cantado una canción compuesta por él y me ha dejado embelesada.

Hacía tiempo, mucho tiempo que una canción no me emocionaba tanto. Y encima al cantar su voz es preciosa, dulce, tibia.

Pues eso, me acabo de enamorar.

miércoles, 16 de abril de 2008

¿La primavera la sangre altera?


Y todo esto viene a cuento de los comentarios subiditos de tono que últimamente me hace República. Le pregunté si sería la primavera, me contestó que quizás y eso hizo que me viniera a la mente uno de esos refranes a los que somos tan aficionados los españolitos, pero que en tantos casos no se ajustan a la verdad ni de lejos.

El refrán es el conocidísimo “La primavera la sangre altera”. Pero a mí me da que no, que quedará muy fino pero que no plasma lo que en realidad quiere declarar.

¿La primavera la sangre altera? Y unas narices.

Vamos a ver, si se te alterara la sangre ¿qué conclusión se puede sacar? Pues cosas más bien de tipo médico como por ejemplo que en primavera se es más propenso a tener anemia, o que en tal estación se debería tomar Sintrón porque aumenta el nivel de coagulación en sangre, o que suele bajar el recuento de leucocitos, quizás que aumenta el nivel de colesterol o de triglicéridos, que hay que limitar el consumo de azúcar porque suele subir la glucosa, etc. Pero de ahí a que en primavera uno tenga la libido por las nubes o como en el caso de una que yo me sé pero que prefiero no mencionar no sea que se me sonroje, por la estratosfera, vamos, hay mundo. Bueno más que un mundo yo diría que hay un Júpiter.

Por eso yo, desde ahora mismo, me comprometo a ir cambiando los refranes y poniéndolos al día.

Empezaré de momento cambiando el de la primavera. Desde hoy cuando tenga que sacarlo a colación diré:

“En primavera el sexo te supera”

martes, 8 de abril de 2008

Cómo jugar al juego de las sillas


”El ser un poco duro de oído no puede ser desencadenante de nada importante, salvo si juegas al juego de las sillas”.

Yo siempre perdía al juego de las sillas y no porque fuera dura de oído. Al revés diría yo. Me entusiasmaba demasiado con la música, y claro, perdía, perdía siempre. Quizás por eso cuando mi hijo en la guardería el día de la fiesta de fin de curso no ganó en el juego de las sillas a mí me dio más rabia que a él. Lo disimulé, le dije que había jugado muy bien y que poco faltó para ganar, pero me hubiera comido al sabiondo que le quitó la silla en el último segundo relegando a mi hijo al tercer puesto.

Y es que hay que ser un poco listillo y no dejarse envolver por la música, por muy pegadiza o atractiva que sea. Hay que tener los sentidos bien alerta, pues en cualquier momento el maestro de ceremonia, el profesor, el regente, el que mueve los hilos a su antojo puede detener la música y tú verte de pronto de pie sin ninguna silla libre que ocupar, mientras todos sentados miran prepotentes cómo te has quedado sola, fuera del juego, apartada ya para siempre como la fracasada que eres.

Otro juego perdido, y sólo por pensar que todos jugarían como tú, disfrutando, corriendo, saltando y sin pensar que en cualquier momento, sin previo aviso y a traición, la música puede cesar de golpe.

sábado, 5 de abril de 2008

No todo tiene que ver con el sexo


[Del capítulo “El sexo mata”, de la serie “House”]

-Principio del capítulo: En la tienda del hospital House ve a Wilson comprando una caja de bombones-

House: ¡Bombones! ¿Quién es la afortunada?
Wilson: Mi mujer.
House: No, no pregunto para quién son los bombones, quiero saber con quién tienes una aventura.
Wilson: - al dependiente- Se cayó de cabeza de pequeño. Una tragedia.
House: Chocolate noruego. Francamente, comprando eso ayudas a los terroristas.
Wilson: Hay gente que reprime sus sentimientos y los libera en forma de dolor físico. Los humanos sanos expresan sus sentimientos, como el afecto, haciendo regalos.
House: Los regalos expresan culpa. Cuánto más caros, mayor es la culpa. Eso es una caja de doce dólares. O aún no te has acostado con ella o no era demasiado buena.
Wilson: No todo tiene que ver con el sexo, House.
House: ¿Ah no? ¿Y desde cuándo?

-Final del capítulo: House está en su casa preparándose algo de comida y escuchando música de blues. Tocan al timbre. House se acerca a la puerta, mira por la mirilla y la abre. Al abrir la puerta se ve a Wilson con una maleta en el suelo. Ambos la miran.

Wilson: ¿Puedo quedarme en tu casa unos días?
House: ¡Qué idiota! ¡Se lo has dicho!
Wilson: Me lo ha dicho ella.
-Unos segundos de silencio -
Wilson: Las cosas han ido fatal en casa. Supongo que no pasaba suficiente tiempo con ella. Supongo….- suspiro de Wilson- Resulta que tienes razón: siempre es el sexo. Ha tenido una aventura.
House: ¿Cervecita?

Lo malo o bueno de ver las cosas por segunda vez –esta vez en versión original– es que ves lo que antes no veías deslumbrado por la luz del macho dominante: El brillante, el prepotente, el sarcástico, el que abarca el espacio y no deja que te fijes en nadie más. Ahora estoy viendo el lado humano, brillante y bondadoso de Wilson.

Lo siento, House, pero te equivocaste con Wilson. No era él quien tenía una aventura. Wilson fue fiel, cosa que tú pareces no comprender ni siquiera cuando se trata de tu mejor amigo. Ahora yo estoy viendo al Wilson brillante, bondadoso, compasivo, humano y fiel que como mujer quiero. No todo es sexo, House. Me estoy enamorando de Wilson. Te aviso.

miércoles, 2 de abril de 2008

¿Quién borra el disco duro?





Hay personas que al enamorarse guardan en una carpeta su amor a cal y canto. Le pasan cada día un antivirus, le colocan una clave para que nadie pueda entrar, lo blindan, lo bloquean y hasta lo protegen de tal forma que nunca pueda borrarse. Son amores que duran eternamente.

Otros guardan su amor en un archivo, pero al no protegerlo de virus, ni de extraños, la mayoría de las veces se estropean, y aunque les pasen un buen antivirus o reinicien dos o tres veces el ordenador, ya nunca más vuelven a funcionar tan bien como antes, y a veces hasta lo pierden.
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Hay gente que guarda su amor en su escritorio, en un buen sitio, en una preciosa carpeta que abren a diario, pero al primer fallo, al primer problema que le dé dicho programa –y si no es al primero será al segundo o al tercero– lo seleccionan y sin ningún problema le dan a la tecla “Supr” y tan frescos siguen trabajando con los demás archivos. Algunos creen que podrán seguir sin necesidad de tener amor, otros en cambio buscarán en Google otro con que rellenar el hueco que quedó en la pantalla.

Dentro de este grupo están los que se limitan a dejarlo en la papelera de reciclaje por si un día, tal vez, se arrepienten y quieren volver a recuperarlo; y los que, quizás por tanto dolor, rabia o simplemente por pura inconsciencia, lo eliminan del todo, lo suprimen hasta de la papelera de reciclaje, para siempre adiós, pues no quieren dejar ni rastro de esa etapa de su vida.

Otro tipo de gente son los que a pesar de tener su amor en una carpeta y sin que haya motivo alguno de disgusto, sin que nunca haya fallado el archivo, así y todo de vez en cuando se meten a navegar por internet por si acaso encuentran otro amor que les complazca más. Y si eso ocurre, ni cortos ni perezosas crean otra carpeta a la que nombrarán como “Amor 2” y durante más o menos tiempo –a no ser que tengan algo de respeto por su amor primero, en cuyo caso suprimirán la carpeta “Amor” antes de colocar la segunda- jugarán con ambas, abriendo ora una, ora otra, hasta decidirse por cuál les gusta más o hasta que uno de los amores se estropee y por sí solo desaparezca.

Los que verdaderamente pena me dan son los que habiendo blindado su amor, llega un día –¿qué más da el motivo?– en que heridos desearían desenamorarse para dejar de sufrir, pero lo blindaron, no pueden. La única alternativa que les queda es borrar el disco duro, pero si lo hacen lo perderán todo, saben que borrarán con su amor toda su vida.