Hoy La Xiqueta y yo hemos ido a tomarnos un café. Ella con hielo y yo granizado, claro.
Apenas nos hemos acercado a la barra para pedir ha acudido Dana que me dice muy contenta:
- Ayer estuvo tu primo aquí esperándote.
- ¿Mi primo? – le pregunto asombrada ya que mis primos, los varones, están todos lejos y no saben ni dónde vivo.
- Sí - sigue Dana que no ha captado mi asombro – dijo que como sabía que ésta era tu cafetería preferida y que siempre venías por las tardes, te iba a esperar. Y, fíjate, ayer justo no viniste.
- No, ayer estuve…¿Mi primo? – vuelvo a preguntar después de la empezar a contestarle sobre mi viaje, con auténtico pasmo pues que un primo mío venga desde su ciudad hasta aquí es muy improbable, pero que además sepa dónde voy y que cafetería es mi preferida ya es totalmente imposible.
- Sí – contesta Dana que como ya empieza a notar mi estupor continúa hablando ante mi cara perpleja –un chico guapo (la cosa se pone interesante), calvo (sigue igual de interesante porque los calvos tienen su aquel y francamente prefiero a un hombre calvo que con pelo de tortilla) y, muy, muy simpático (la cosa está rozando la perfección) Te estuvo esperando toda la tarde.
Miro a La Xiqueta que continúa muda a mi lado como si tal cosa.
- Dijo que era tu primo – me dice ya un poco asustada Dana como si quisiera disculparse por no haberle pedido el carnet de identidad, el pasaporte y unas explícitas credenciales.
Es tan bonica mi Dana, que con un “Ah, ya” miento como una bellaca para que no se sienta mal– y mira que yo miento poco, pero me da pena mi Dana. Es demasiado ingenua, demasiado sensible. No quiero que se sienta mal por nada si lo puedo evitar.
Ella suspira aliviada y La Xiqueta y yo vamos a la mesa.
- ¿Quién es? – me pregunta La Xiqueta.
Entonces pienso que debo haber mentido muy bien, pues, que Dana me crea es fácil, es más crédula que yo, que ya es decir, pero que se lo haya creído La Xiqueta ya es otro cantar, ya te digo. Igual sí que sé mentir y no me había dado cuenta. Claro, como nunca lo hago, creía no saber, pero mira por donde igual tengo ese don tan absurdo, estúpido, cruento… y no sigo porque no quiero, pero podría encontrar decenas de viles adjetivos para la mentira y ya no digamos para los mentirosos - ¿Se nota mucho que me han hecho daño con mentiras? -
- No tengo ni idea – le respondo a La Xiqueta
- O sea, te ha salido un primo nuevo y tú sin saberlo – afirma sonriendo La Xiqueta.
- Sí, tengo un primo nuevo, guapo y calvo – contesto jocosa.
Mientras Raquel nos sirve los cafés, ambas reímos con ganas.
Mañana a las ocho y media de la mañana, antes de que abran la cafetería, cuando solas estamos mi Dana y yo, con nuestro primer café en el bar de enfrente como cada sábado hacemos, aclararé con tiento y mimo las cosas con Dana.
Apenas nos hemos acercado a la barra para pedir ha acudido Dana que me dice muy contenta:
- Ayer estuvo tu primo aquí esperándote.
- ¿Mi primo? – le pregunto asombrada ya que mis primos, los varones, están todos lejos y no saben ni dónde vivo.
- Sí - sigue Dana que no ha captado mi asombro – dijo que como sabía que ésta era tu cafetería preferida y que siempre venías por las tardes, te iba a esperar. Y, fíjate, ayer justo no viniste.
- No, ayer estuve…¿Mi primo? – vuelvo a preguntar después de la empezar a contestarle sobre mi viaje, con auténtico pasmo pues que un primo mío venga desde su ciudad hasta aquí es muy improbable, pero que además sepa dónde voy y que cafetería es mi preferida ya es totalmente imposible.
- Sí – contesta Dana que como ya empieza a notar mi estupor continúa hablando ante mi cara perpleja –un chico guapo (la cosa se pone interesante), calvo (sigue igual de interesante porque los calvos tienen su aquel y francamente prefiero a un hombre calvo que con pelo de tortilla) y, muy, muy simpático (la cosa está rozando la perfección) Te estuvo esperando toda la tarde.
Miro a La Xiqueta que continúa muda a mi lado como si tal cosa.
- Dijo que era tu primo – me dice ya un poco asustada Dana como si quisiera disculparse por no haberle pedido el carnet de identidad, el pasaporte y unas explícitas credenciales.
Es tan bonica mi Dana, que con un “Ah, ya” miento como una bellaca para que no se sienta mal– y mira que yo miento poco, pero me da pena mi Dana. Es demasiado ingenua, demasiado sensible. No quiero que se sienta mal por nada si lo puedo evitar.
Ella suspira aliviada y La Xiqueta y yo vamos a la mesa.
- ¿Quién es? – me pregunta La Xiqueta.
Entonces pienso que debo haber mentido muy bien, pues, que Dana me crea es fácil, es más crédula que yo, que ya es decir, pero que se lo haya creído La Xiqueta ya es otro cantar, ya te digo. Igual sí que sé mentir y no me había dado cuenta. Claro, como nunca lo hago, creía no saber, pero mira por donde igual tengo ese don tan absurdo, estúpido, cruento… y no sigo porque no quiero, pero podría encontrar decenas de viles adjetivos para la mentira y ya no digamos para los mentirosos - ¿Se nota mucho que me han hecho daño con mentiras? -
- No tengo ni idea – le respondo a La Xiqueta
- O sea, te ha salido un primo nuevo y tú sin saberlo – afirma sonriendo La Xiqueta.
- Sí, tengo un primo nuevo, guapo y calvo – contesto jocosa.
Mientras Raquel nos sirve los cafés, ambas reímos con ganas.
Mañana a las ocho y media de la mañana, antes de que abran la cafetería, cuando solas estamos mi Dana y yo, con nuestro primer café en el bar de enfrente como cada sábado hacemos, aclararé con tiento y mimo las cosas con Dana.