Así que aquí sigo, en mi submundo color rosa, sin creer que el príncipe sea un “Viva la Virgen”, que un tal Fulanito se la pegue a su mujer con dieciocho secretarias y catorce enfermeros, o que a la infanta la obligaran a casarse con Don Jaime de Marichalar. Porque si me equivoco, si lo que no creo resulta ser cierto ¿qué daño habré hecho con eso? ¿Quién puede sentirse perjudicado porque yo no crea esos, para mí, dislates o barbaridades que se comentan de gente ajena y lejana?
En este año ya he conocido a más de tres y a mí me han dejado confundida y trastornada, pues en ese mundo dónde tranquilamente habitan no pasan las cosas que sí pasan, la gente normal y corriente e incluso buena, son malos, malísimos de la muerte; y claro, ellos, la gente paralela, son buenos, generosos, sinceros, listos, intuitivos, prácticos, inteligentes. Vamos que con tal cúmulo de virtudes - que no digo yo que no sean algunas ciertas – a personas con no mucha autoestima las hunden todavía más, y cuando de tan exagerado no llegan a creerlo les llena de perplejidad, desconcierto y estupor.
A mí esto me parece bien, ¡qué digo bien! Me parece super-hiper-mega- fantástico. Si así pueden vivir de forma más feliz, cómoda o agradable, pues perfecto. Ojalá pudiera yo hacer lo mismo. ¡Ya te digo!
Y eso es lo que no alcanzo a comprender ¿por qué tienen que reaccionar haciendo daño? ¿Por qué cuando les menciono algo que no sólo creo que no les dolerá, sino que a veces, hasta pienso que les complacerá y podré darles un poco de alegría, reaccionan te forma tan extraña y , que me perdonen, censurable? Cuando hace un tiempo me previnieron de esto, cuando me alertaron de que así sería su comportamiento, no lo creí. Ni por asomo lo creí. Así que a ese amigo que me avisó fue precisamente a la que mandé a freír espárragos. Si es que no doy una.
Y toda esta gente paralela, puedo asegurar que antes no eran así. Ha sido este año. Todos los nuevos casos que voy conociendo son de este maldito año.
A mí me da por pensar que es un virus. Uno de esos que sólo ataca a animalitos – como la gallina o el mono africano- pero que un día va y se trasmite a los humanos, como en el caso de la gripe Aviar o el Sida. Cuando los médicos lo descubran igual le ponen mi nombre. ¡Ay no!, A un virus que no le pongan mi nombre por Dios, eso para cuando descubra un planeta en esta galaxia o una estrella intergaláctica. “Estrella Siberia” estaría bien ¿eh?
De momento iré con cuidadito no sea que me ataque a mí o a la gente que quiero, y me cuidaré muy mucho de no acercarme a la gente paralela a no ser que lleve una mascarilla protectora como los médicos de la planta de infecciones. Hasta puede que me ponga guantes quirúrgicos. O mejor hago como House que como nunca ve a los pacientes, pues nada de mascarillas ni guantes.
“Tenías razón, hay gente que sólo ayuda cuando no le causa el menor trastorno, cuando no interfiere en su cómoda vida. Hay gente que por no admitir una realidad que les haría ver que no son tan buenos como se creen, se inventan excusas, se inventan otro mundo y si hace falta hieren, hieren con feroz estocada”