"La realidad: caballeros de armadura oxidada y damiselas de diadema floja tiene muchas cosas en común, y una de ellas es la poca honestidad de las estratagemas que utilizan para ganarse la atención, el favor o el privilegio del otros."
- En página veintiséis del libro "La reina que dio calabazas al caballero de la armadura oxidada -
Nueve meses y nueve días llevaba sin poder un libro.
Nueve meses y nueve días en que cada vez que lo intentaba me sucedía lo mismo. Leía la primera página y al ir a pasar la hoja me daba cuenta que no tenía ni idea de lo que había leído. ¿Se hablaba de vampiros, de osos polares, de policías corruptos, de metafísica...? Ni idea. Bueno estoy exagerando un poco, vale, porque por el título sabía que tenía que ir de polis, de aventuras, de ciencia- ficción, etc. – pero si hubiesen cambiado las tapas, yo tan convencida me habría quedado de que el libro iba sobre la migración del el tordo arrocero.
Y es que no tenía nunca ni la más remota idea de qué había leído. Era como haber contemplado una hoja en blanco.
Con el primer libro que me pasó, estúpidamente pensé que debía ser culpa del relato en sí, “un texto que no atrapa” pensé tontamente, pues alguien que por leer se ha leído desde “La guerra del Peloponeso” hasta “Ulises” de James Joyce me da a mí que va a ser raro que haya algún libro del que no sea capaz de captar absolutamente nada.
Así que pasé a coger el segundo libro, pero pasó lo mismo al igual que con el tercero. Me di cuenta entonces que no era cuestión de libros buenos, malos o regulares. Era yo, era mi mente que me la estaba jugando. Por alguna razón una de mis pasiones favoritas, mi subconsciente o mi mente o sólo una parte de ella – yo qué sé, a mí que me registren -, había decidido por su cuenta y riesgo arrebatármela.
Yo no desistí, seguí mi lucha por conseguir recuperar lo perdido. Siempre que me regalaban un libro yo lo intentaba, y si no había regalo cogía uno tras otro de mi biblioteca – todavía me quedan muchos por leer - y con él me bajaba a la cafetería de Dani, bien tempranito para como tantas y tantas veces hice, leer media horita con mis dos cafés. Pero no funcionaba. Nunca funcionaba.
Tampoco quiero castigar duramente a mi mente por semejante perversidad, pues quizá conmovida por mi tristeza y mis angustias, sí me dejó, benévola, que pudiera leer los blogs de mis amigos. Y como para mi suerte son fantásticos, tampoco se puede decir que haya sufrido en exceso, pues en ellos, mis blogs favoritos, leí magnífica poesía, relatos excelentes, pensamientos interesantes, anécdotas graciosas, pasajes divertidos, historias curiosas, etc. No, no puedo reñir en demasía a mi absurdo subconsciente porque algo de piedad tuvo conmigo. Ya quisiera yo que cierta gente hubiese tenido ese mínimo de misericordia.
Pero así y todo no podía evitar añorar esos ratos en el sofá o en la cama, con mi café, ahora también con mi mate- gracias Martín -, con un libro en la mano, la luz directa sobre la página, leer, pasar hoja tras hoja, acariciar la cubierta de cartón y al entrar el sueño o bien hacerse tarde, dejar despacio y con mimo, como tesoro, el libro en la mesilla.
Ayer por la noche una mujer que sólo era conocida y a la que consideraba buena chica, pero nada más, se sentó a mi lado y me preguntó algo normal para ella imagino, pero para mí tan duro, tan irreal, que nunca cuento, y yo que no sé mentir, aún no queriendo hablar del tema, me vi obligada a contarle la verdad. Pero ella no huyó, no se marchó con un ¡oh! U otra estupidez parecida, ella se mostró tan amable y compresiva que sin darme cuenta le conté alguna de mis congojas. Ella me escuchó, me animó y me ofreció su amistad que acepté al momento pues tantas veces vi como los llamados amigos se marchaban, se evaporaban, por estos los malos vientos, de mi lado, que ella, esta mujer noble, a la fuerza debía ser muy especial. No la quise dejarla escapar.
Fue entonces, entre ánimo y ánimo, entre palabra y palabra, cuando cogió el libro que estaba leyendo y que para hablar conmigo había alejado a un rincón de la mesa, y me lo ofreció. Sin saber – no le conté todos mis fracasos – que no podía leer libros.
- Cuando lo acabes me lo dejas - le sugerí.
- No, ahora. Te ayudará, ya verás. Te lo llevas ahora, hoy. Ya lo acabaré de leer cuando tú lo termines.
No supe que decir. Acepté el libro y le di las gracias con un abrazo.
A mi casa llegué contenta por la nueva amiga, que tantas cosas gratas me había dicho, pero ni siquiera intenté abrir el libro.
Tampoco esta mañana, tan segura estaba que no podría leer.
Pero esta tarde, sentada en mi sofá – hoy es fiesta en mi comunidad- cogí mi mate en pomelo y abrí el libro. Leí la primera página y asombrada comprobé que lo había asimilado. Pasé página todavía escéptica pero la leí, y la tercera, la cuarta... Estoy en la página veintiséis.
Y dejo el libro porque tengo que lanzar mi grito de alegría al mundo.
¡Vuelvo a poder leer!
Gracias Lorena, aunque sé que nunca leerás este post. Ni siquiera sabes qué es un blog. Ni siquiera te manejas en internet. Pero sabes de amistad y te manejas muy bien con el afecto y el cariño.
8 comentarios:
Siberia: tu relato refiere amenamente ese lazo que existe entre la página de un libro y una amistad. Por eso, cuando concluyes con alegría que te has reencontrado con la lectura, es algo que, con frecuencia, a mí también me sucede y el blog es un medio ideal para consolidar ese secuencia: amistad y libro.
Con todo afecto. Adal.
Adal que maravilla levantarse y ver que tú ya me contestaste. ¡Si lo edité a la una-el dibujo de Lisa y añade vaso, sofá rojo,fondo....- y son las 7:15!
La verdad es que leer es algo mágico, lo echaba de menos. Menos mal que os tenía a vosotros. Ahora como dices tengo amistad y libro.
Un beso grande Adal
Biennnnnnnnnnnn!!!!!!!
La vida te ha regalado un dia maravilloso y gracias a cosas tan simples que solo una persona tan sensible y tan generosa como tú puede disfrutar.
Me alegro de que vuelvas a leer!!
Y de que vuelvas a confiar!!
Por cierto!
A mi me pasa algo parecido desde hace un par de años o más con la lectura: desde que cambié mi vida, desde que me mudé de mi casa y mi lugar de siempre, he cambiado mis hábitos y me cuesta mucho encontrar tiempo para la lectura...espero poder recuperar pronto esa "adicción" que yo tenía.
Besitos!
Xiketä la verdad es que estoy muy contenta. Puedo volver a leer. Esta mañana, en el café leí más. Tienes razón yo también voy a gritar Biennnnnnnnnnn
Un beso guapeta
Siberia, lo que pasa es que no trataste de leer algo de Corìn Tellado.
Te lees algo de Corìn Tellado, y despuè te lees cualquier cosa.
Saludos
Gaucho ahí me ha pillado. Mira que lo intenté con todo desde filosofía hasta novela policiaca, pero con Corín Tellado no probé. Si es que siempre se le olvida a uno algo.
Un abrazo
¡qué bien! reenganchada a la lectura.
Cómo se valoran las cosas cuando se pierden ¿verdad?
besos
raindrop: verdad absoluta. Verifico que no es sólo un dicho. Cuando se pierde algo te das cuenta de lo mucho que valía
Un abrazo
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