Y todo porque le dije a mi extraordinario amigo – lástima que no pueda usar el calificativo “boludo” porque siempre me sonó bien mientras no sabía su significado, pero ahora que ya lo sé, mira por dónde no lo puedo usar porque él precisamente una persona con pocas luces no es - que leía sus posts tomando café.
Me contestó que la mejor bebida – la que llega al alma creo que dijo, o algo todavía más bello - sin duda era el mate. Y yo, aunque no creí tal cosa - ¿Qué puede haber mejor que el café? – al no haber probado en mi vida tal bebida y considerando que él sí había gustado el café – no puede ser que haya gente que no haya tomado ni un solo café en la vida -, me comprometí a degustarlo. Además, si de verdad era algo tan especial como él contaba era algo que debía experimentar. Bastantes cosas pierde uno ya en la vida porque es imposible alcanzarlas.
Lo primero fue encontrar el mate. En ninguna de las tiendas ni supermercados de alrededor de casa lo tenían, es más en la mayoría no sabían ni de qué les hablaba.
Al final pude encontrarlo en el Corte Inglés que como siempre suele tenerlo casi todo. Por desgracia las tres marcas que tenían eran de un kilo. Me imaginé a mi misma tomando durante años tazas y tazas de mate y relegando mi café Nespresso - sí, ahora tengo ése, los he probado todos -en la despensa como si estuviera castigado el pobre.
Pero no había más, o un kilo o nada. Compré el kilo.
Pregunté a un amigo de aquí de esos que uno ve y oye y hasta puede tocar, pero de los que tan poquitos tengo, al que un día, hace años, había oído decir que de jovencito él y sus amigos tomaban una hierba rara - la verdad es que no recordaba el nombre pero por si acaso – si sabía cómo se hacía el mate, y él sin dudarlo me contestó que al igual que cualquier infusión: agua hirviendo o a punto de hervir, se tira la hierba y luego colar y ya está.
Eso hice. Y con mi primer mate en mi tazón rojo tan chulo y después de echarle hielo como aquí en verano solemos hacer con el café, le escribí le escribí a mi “no boludo” - lo siento pero me encanta el vocablo, tenía que meterlo como fuera - amigo que ya estaba tomando mi mate con hielo. Bueno, la que se armó: “¿En una taza?” ¿Con hielo? ¿Es que fuera de Argentina nadie sabe hacer mate?" Un poco más y le pido disculpas en nombre de toda España, del resto de Europa y de unos cuantos países africanos.
Así que me limité a que me diera él las instrucciones. Cosa que hizo con agrado y tan meticulosamente que hasta me mando una foto de su propio mate. La verdad es que mi amigo es un verdadero ángel y confieso que me siento muy afortunada de que se haya prestado a esta amistad a distancia.
Lo que tuve que pelear desde entonces. El cacharro, que encima lleva el mismo nombre que la yerba, no lo encontraba en parte alguna. Ni Corte Inglés ni nada. Y no digamos cuando pedía una bombilla en el departamento de enseres de cocina, me miraban raro y me enviaban al departamento de bricolaje o a una tienda de electricidad.
Qué no, que no, decía yo, que es un cacharro con dos asas y la bombilla es una especie de pajita para sorber. Me miraban más raro todavía.
Otra vez, ojeando en una tienda virtual de internet, creí encontrar por fin el mate y me apresuré a solicitarlo. Al cabo de dos días llegó a casa. Era otro kilo de yerba mate.
Total que no conseguía nada. Mi amigo tenía razón al menos para España. Nadie sabe hacer un mate.
Días más tardes notifiqué mi fracaso escribiéndolo en un comentario que dejé en uno de sus blogs y al poco tiempo un comentarista anónimo de mi amigo me contestó que podía servirse de otra manera, concretamente, como diría Bart, y cito textualmente:“ Siberia un consejo (si te interesa), proba consiguiendo un jugoso pomelo rosado, hacele un ahujero en una de sus partes (superior o inferior), hacele un hueco, dejandole algo de pulpa, llenalo de yerba, colocale la bombilla, cargalo de agua calientita y wala.....queda rico!” al que por supuesto contesté agradecida después de sobrevenirme a la perplejidad con que me quedé ante la sorpresa de un pomelo. Y aunque era cierto y desde luego un pomelo se puede conseguir fácilmente, a mí me seducía la idea de que al menos las primeras veces que lo tomara fuera algo totalmente auténtico. Además aunque comprara el pomelo, ¿de dónde sacaba la bombilla? Estaba en las mismas.
Pero yo que para tantas otras cosas desisto a la primera, en esto no me desanimé y seguí preguntando por todas partes con mi consabida explicación del cacharrito de metal o barro con un asa o dos y el palito para sorber. Bueno, hasta imprimí la foto.
Y todo esto demuestra….nada. No demuestra nada porque si es verdad que al final conseguí lo pretendido, lo más valioso para mí, lo más importante y trascendental para mi vida, por mucho que luché, perseveré y perseguí, no lo pude obtener. Si ya desistí, es porque no hay absolutamente nada más que pueda hacer.
Pero eso sí, este post está escrito después de haber saboreado una bebida muy especial, no sólo por su excelente sabor, sino por esa manera tan especial de tomarlo, como un ritual.
Sí, reconozco que me ha gustado su sabor, me ha encantado la experiencia y que más veces lo he de tomar – y no sólo porque tenga dos kilos -
Amigo mío la próxima vez que me imprima su post para leerlo apaciblemente desde mi cómodo sofá encarnado o si ya es noche desde mi blanquita cama, en vez de acompañarlo con un café, lo haré por fin con un buen mate.
Mi más tierno beso esta tarde es para usted.
Dedicado a un tal Aon.